jueves, 31 de octubre de 2013

Genealogía de José Gabriel Condorcanqui

Por: Pelayo Abanto Ríos.
Los datos históricos que comúnmente refieren a José Gabriel Condorcanqui, nos narran que este cacique se autoproclamó Inca por considerarse descendiente de la familia real, con la denominación de Túpac Amaru. Pero muy poco se ha comentado sobre la genealogía que fundamenta la pretensión de José Gabriel como inca. A continuación, de manera concisa, describiré la ascendencia de José Gabriel Condorcanqui.
Está plenamente acreditado por las crónicas, que el inca Huayna Cápac tuvo varios hijos, entre ellos tenemos: Ninan Cuyochi, Huáscar, Manco Inca, Atahualpa y otros, por supuesto, con diferentes mujeres. Manco Inca o Manco II, tuvo un hijo llamado Felipe Topa Amaro, considerado el último inca, porque, después de ser ejecutado en la Plaza Mayor del Cusco por el virrey Toledo, cortaron definitivamente el reconocimiento de la autoridad de los reyes incas y se impuso absolutamente la autoridad española.
En el año 1609 Juana Pilcohuaco, casada con Diego Felipe Condorcanqui, cacique de Surimana, en la provincia de Canas y Canchis, informó en el Cusco y solicitó su reconocimiento como hija natural del último rey inca, Felipe Topa Amaro. En base a esta información, en 1618, el virrey Príncipe de Esquilache, aceptó la petición, declarándole hija de Topa Amaro y concediendo  privilegios a sus hijos, eximiéndoles de servicios personales y tributos. El virrey además le hizo una entrega de tierras, que José Gabriel declaró en 1777 haber quedado en posesión de la familia hasta entonces.
Por muerte de sus dos hermanos mayores, el tercer hijo de Juana Pilcohuaco, Blas Tupa Amaro, fue el que heredó el cacicazgo de sus padres. Blas se casó con Francisca de Torres y tuvo como hijos a Bartolomé Tupa Amaro, Sebastián Tupa Amaro, Agustín y Juana Pilcohuaco. Bartolomé se casó con Catalina Quispe Sisa, pero murió sin dejar hijos; le sucedió en el cacicazgo su hermano Sebastián, quien se casó con Catalina del Camino. Ellos tuvieron cuatro hijos, Miguel Tupa Amaro, Marcos Tupa Amaro, Manuela y Antonio. José Gabriel fue hijo de Miguel.
Partiendo de Bartolomé y Sebastián esta genealogía queda confirmada en casi todos sus puntos principales por partidas que existen en los libros parroquiales de Pampamarca, Tungasuca y Surimana. Las partidas también confirman el uso del apellido Tupa Amaro por todos los hombres de la familia de quienes existen las partidas, es decir, desde la generación de los abuelos de José Gabriel ninguno aparece en los libros parroquiales con el apellido Condorcanqui.
De esta manera, queda explicado el porqué de la insistencia por el reconocimiento “Topa Amaro” en José Gabriel. Para finalizar, debo aclarar que hoy en día la forma “Topa” ha sido sustituida por “Túpac”. Esta forma lexical ha sido creada por el Inca Garcilaso de la Vega en su obra Los Comentarios Reales de los Incas, y que sigue vigente hasta la fecha.
Genealogía de Thupa Amaro

domingo, 20 de octubre de 2013

El perro peruano


                                                                                                        Por: Pelayo Abanto Ríos
En febrero de 1987 cerca de Sipán, el arqueólogo Walter Alva y su esposa
desenterraron la tumba de un gran sacerdote-guerrero y su séquito, hoy conocido como Señor de Sipán, pertenecientes al parecer, a la sede de una corte regional moche. Sobre este hallazgo Walter Alva comenta: “A la cabeza y pies del sarcófago descubrimos los restos de dos mujeres jóvenes... Una de ellas llevaba una corona de cobre y apuntaba con su cabeza hacia el oeste, y la otra estaba en posición totalmente opuesta. Cabeza con cabeza a estas mujeres, y flanqueando al Señor, se encontraban los esqueletos de dos hombres que miraban hacia arriba, uno de ellos parecía un guerrero estaba rodeado por un escudo y un mazo. El de la izquierda estaba en posición invertida, con un pectoral de conchas, colgajos metálicos y junto a sus piernas el esqueleto de un perro…”

Garcilaso, hace las primeras referencias del perro peruano en el libro segundo, capítulo XXIII de sus Comentarios Reales, donde narra que los incas, ante los eclipses de luna, amarraban a los perros grandes y chicos, luego los hacían aullar a palazos, porque creían que la luna era aficionada a los perros y que al escuchar los aullidos regresaría por lástima.
Nuevamente, Garcilaso hace mención al perro peruano, en el libro sesto, capítulo X de su misma obra; afirma que cuando el Inca Pachacútec conquistó la nación Huanca, comarca que forma hoy el valle de Huancayo y de Jauja, halló a estos pueblos tributando honores divinos a los perros. Los sacerdotes hacían una especie de trompas con los esqueletos de las cabezas de perro y los fieles comían en sustancia la divinidad canina. Este culto establecido en el valle de Huancayo probablemente explica que en las huacas, sepulturas peruanas de la época más remota, se encuentren a veces cráneos y aun momias enteras de perros. Von Tschudi, ha examinado estos cráneos y cree que proceden de una especie particular, diferente del perro de Europa, y que se llama canis ingae.
Saliendo de nuestro contexto, tenemos el perro mexicano, techichi, que tenía la característica distintiva de ser completamente mudo; es, por lo demás, una variedad del perro común llamado chichi en anahuac. Techichi  significa literalmente perro de piedra, de la voz azteca tetl, piedra. El perro mudo servía de alimento, como era uso entre los antiguos chinos; y aun los mismos españoles hicieron, forzados por la necesidad, tan gran consumo antes de la introducción de ganados, que esta raza desapareció casi por completo.
Todas estas aseveraciones, confirman que la existencia del perro en el Perú y América es tan antigua como su primitivo poblador; es decir, el perro, existía desde mucho antes de la llegada de los españoles a nuestro continente.
Las investigaciones de von Tschudi sobre los perros indígenas de América llevan a los siguientes resultados. Hay dos razas específicamente distintas: 1° el canis caraibicus de Lesson, completamente pelado con excepción de un mechoncito de pelos blancos en la frente y en el extremo de la cola; es del color de la pizarra y sin voz. Estos animales fueron hallados por Colón en las Antillas, por Cortéz en México y por Pizarro en el Perú; von Humboldt en uno de los apuntes de su diario de viaje por el Perú (1802) también hace mención al perro peruano e indica que estos sufren la baja temperatura de las cordilleras; pero aún habitan con el nombre de perros chinos en las regiones más templadas del Perú. 2° El canis ingae, tiene las orejas y el hocico puntiagudos; ladra, sirve hoy para la guarda de los rebaños, ofrece numerosas variedades de color producidas por el cruzamiento con las razas europeas. El canis ingae seguía al hombre a las cordilleras. En las antiguas sepulturas peruanas se encuentran esqueletos de este perro a los pies de las momias  humanas. Parece ser este un símbolo de fidelidad; pues, a pesar de los años transcurridos, ambas razas han logrado subsistir en el tiempo, con la denominación popular de “perro peruano” y “perro chusco” o “perro pastor chiribaya” respectivamente.
El perro peruano