En la actualidad, para referirse al jefe revolucionario de 1780, todos escriben y hablan “Túpac Amaru”, pero en los documentos originales existentes, el nombre, aparece rubricado por él como Joseph Gbl. Thupa Amaro y, en uno que otro, Joseph Gbl. Tupa Amaro. Seguramente, algunos lectores, principalmente los más jóvenes, preguntarán ¿dónde se encuentran tales documentos? Pues, existe una colección de papeles de un pleito sobre genealogía entre José Gabriel Thupa Amaro y Diego Felipe Betancur y sus familiares, iniciado el 30 de marzo de 1776, en el Archivo Histórico de la Universidad Nacional del Cusco; también tuve la oportunidad de observar recientemente un facsímil de la partida de matrimonio del rebelde Inca, que fue expuesta en un programa de televisión cusqueña dirigida por el Prof. Germán Cabrera, y para aquellos lectores curiosos, pueden encontrar también la copia de una carta de Thupa Amaro en el libro de Carlos Daniel Valcácel, La rebelión de Túpac Amaru. Asimismo, recomiendo leer las publicaciones de Boleslao Lewin, que constituyen uno de los estudios más desarrollados y completos sobre Thupa Amaro.
Hecha la aclaración, nos ocuparemos de los antecedentes de la rebelión de José Gabriel Thupa Amaro. Uno de ellos, fue lo que ya hemos mencionado, el pleito sobre genealogía con Diego Felipe Betancur y sus familiares, quienes aducían también al igual que José Gabriel, ser descendientes del último inca Felipe Topa Amaro. Otro antecedente importante; José Gabriel, fue reconocido como cacique recién en 1766, seis años después de su matrimonio, por el corregidor Pedro Muñoz de Arjona, pero nunca solicitó la confirmación de su título por la Audiencia de Lima; hecho que le convenía a Muñoz de Arjona, porque sin la confirmación por el gobierno superior, José Gabriel carecía de protección legal ante las arbitrariedades de su corregidor.
Posiblemente, al inicio todo marcharía bien, hasta que en 1769, José Gabriel fue acusado de hacer problemas a la cobranza que realizaba Esteban de Zúñiga, cobrador del repartimiento del corregidor. Muñoz de Arjona separó de su puesto de cacique a José Gabriel y además, lo apresó doce días en la cárcel de Tinta, caso que lo motivó acudir a la Audiencia de Lima.
Ante la Audiencia de Lima, el asunto se complicó, porque José Gabriel solicitó la restitución del cacicazgo, argumentando ser descendiente de Juana Pilcohuaco Ynca (hija de Felipe Topa Amaro), y cuando la audiencia le pidió su título de confirmación, éste no tenía; sin embargo, reclamó fundamentando que su derecho hereditario fuese hasta cierto punto superior a las leyes del gobierno español, hecho que agravó las cosas. El caso se prolongó hasta 1771, año en que el mismo corregidor, nuevamente, le devolvió el cacicazgo, pero siempre, sin la confirmación de la autoridad superior.
El corregidor Muñoz de Arjona, fue sustituido por Juan Antonio Reparaz, desde mayo de 1772 hasta noviembre de 1777. José Gabriel y el nuevo corregidor mantuvieron buenas relaciones, a esto se añade lo escrito por Ventura Landaeta para el obispo del Cusco Juan Manuel Moscoso en 1785, en la cual le cuenta “que la rebelión havia muchos años ydeado, pero que no se havia determinado a ella por que el Corregidor Reparas antecesor de Arriaga le avía dado muy buen tratamiento y miraba con lastima a los yndios” (Moscoso, 1981. p. 224). Sus buenas relaciones con Reparaz, le facilitaron para emprender el pleito que tuvo con Diego Betancur en 1776, pero que no se logró resolver, pues quedó pendiente, hasta el estallido de la sublevación de 1780.
En 1777, el corregidor Reparaz fue relevado por Antonio de Arriaga que se encontraba como gobernador del Tucumán (Argentina). Arriaga solicitó al virrey, que el tiempo que durase su traslado hasta Tinta, sea provisionalmente puesto en el corregimiento, su dependiente, José Ildefonso de Mendieta, quien asumió desde noviembre de 1777 hasta la llegada de Arriaga el 27 de abril de 1779. Fue, entonces, durante el gobierno de Mendieta, que Thupa Amaro volvió de Lima y construyó calabozos en el interior de su casa. Según Ventura Landaeta, Esteban Zúñiga, residente en Sicuani, acusó a Thupa Amaro por escrito ante Mendieta de haber hecho los calabozos pero parece que Mendieta no atendió la denuncia.
Otra figura importante en esta historia, es la del obispo arequipeño Juan Manuel Moscoso, que para 1771 había sido nombrado obispo del Tucumán, pero ante la convocatoria para el Concilio Provincial de Charcas (Bolivia) que empezaba en enero de 1774, continuó su viaje a Chuquisaca para instalarse allí en lugar de ir a su sede en Córdova (Argentina). El concilio duró hasta el 10 de agosto de 1778, y Moscoso seguía aun en Chuquisaca cuando recibió la noticia de haber sido cambiado a la sede del Cusco. Prestó juramento de su nueva dignidad en Chuquisaca el 19 de abril de 1779, y salió hacia el Cusco, visitando las diócesis que se encontraban en el camino. En Lampa, quedó impresionado con la labor realizada por el Cura Martín Sugasti y Foronda, permaneciendo allí por un mes, entre agosto y septiembre. En dicho lugar, Moscoso dictó una resolución el 18 de septiembre de 1779 ordenando que en el término de ocho días los curas de las provincias de Lampa, Azángaro, Carabaya, Yauri, Tinta y Quispicanchi remitiesen los padrones del número de sus feligreses, como también sus libros de cuentas e inventarios. El obispo continuó su viaje y después de pasar por Sicuani, llegó a Tinta, donde se hospedó tres días en la casa del Corregidor Arriaga, a quien había conocido en Chuquisaca. Finalmente, el obispo hace su entrada en el Cusco, el 24 de diciembre de 1779.
De la resolución emitida el 18 de septiembre, el obispo recibe una solicitud de Justo Martínez, cura de Yauri, quien pedía una prórroga para cumplir su orden. El caso es que la prórroga venció y Martínez no había cumplido. El obispo Moscoso ordenó al ecónomo de Pichigua notificar al cura de Yauri para mostrarle los documentos, pero Martínez no dejó ver sus libros; Moscoso tuvo que expedir otra resolución el 24 de enero encomendando al cura de Lampa Martín Sugasti, poner un ecónomo en Yauri y notificar al cura Martínez saliese dentro de tres días para el Cusco, previo embargo de sus bienes. El cura de Lampa subdelegó al cura de Coporaque, este notificó al cura de Yauri el 17 de marzo, Notificado Martínez salió hacia el Cusco recién el 13 de abril y pasó por Sicuani, donde se vio con Arriaga con quien mantenía una relación amical muy cercana, tanto así que Arriaga escribió una carta para el obispo, intercediendo por su amigo Martínez, indicando que tenía mucho interés personal en este caso.
Paralelamente a la salida de Martínez, hacía su ingreso a Yauri el ecónomo nombrado por Moscoso, Juan José Palomino; pero, como la casa parroquial donde vivía Martínez se encontraba cerrada, Palomino se vio obligado a forzar la puerta para alojarse en la casa del cura, tal es así, que los feligreses que no estaban de acuerdo con un posible cambio de su cura, reaccionaron violentamente en contra de Palomino, la gente se calmó después, y Palomino logró tomar posesión el 15 de abril.
La noticia de la violencia en Yauri, llegó al Cusco antes que el cura Martínez; que hizo creer al obispo Moscoso, que el autor de estos desmanes sería Martínez. Es por eso, que ordena nuevamente al cura de Coporaque que se haga cargo de Yauri.
Puente, cura de Coporaque, ingresó a Yauri el 27 de abril, ocasionando un disturbio todavía más serio que el del día 13. Hubo enfrentamientos, con heridos. El violento cura de Coporaque tomó preso a un vecino de Yauri, sindicándole como promotor de los disturbios.
El mismo día Puente dirigió un exhorto al corregidor Arriaga, solicitando el auxilio para contener el desorden en Yauri y castigar a sus autores. Arriaga había ido al Cusco, para entregar los tributos recaudados, y había dejado encargado para administrar justicia a su sobrino Eusebio Balza. Fue el sobrino Balza quien recibió el Exhorto del cura Puente, y el que respondió también, indicándole que sus funciones no era apresar personas, que él también era parte del problema y por último no había enviado con el exhorto su orden otorgada por el obispo Moscoso. Terminó ordenándole suspender todo procedimiento hasta la llegada del corregidor.
De este desencuentro entre dos subalternos imprudentes resultó un conflicto sobre atribuciones entre Arriaga y el obispo Moscoso (conste que también eran amigos), que sacudió el virreinato en vísperas de la rebelión de Thupa Amaro (J. H. Rowe, 1951).
El cura Martínez, cuya desobediencia fue el motivo de la intervención del cura Puente, había regido el curato de Yauri durante 24 años, sin haber cumplido sus obligaciones pastorales y tampoco tenía sus padrones, cuentas e inventarios en orden. Balza, quien, como Arriaga, fue amigo del cura Martínez, le alabó por su caridad, diciendo que “Todos los días repartió por su mano una grande olla de comida que había cocinado para socorro de los indigentes y necesitados”. La combinación de inactividad en asuntos de religión y caridad para los pobres ha debido encantar a muchos feligreses, y los disturbios reflejan la popularidad de este cura conformista.
Finalmente, de todos estos sucesos, se desencadenó un enfrentamiento férreo entre Moscoso y Arriaga, que no paró hasta la excomunión del corregidor de Tinta (La excomunión era un castigo bien serio en el Perú de entonces, aparte de su significado religioso, equivalía a una expulsión de la sociedad). Arriaga excomulgado, preocupado en su defensa ante los tribunales de justicia en la ciudad del Cusco y Lima, se desentendió de su corregimiento, hasta el 28 de septiembre de 1780, en que fue absuelto.
Después de ser absuelto de su excomunión, Arriaga salió del Cusco para su provincia el 3 de octubre de 1780, con ánimo de poner en orden todos los asuntos de su corregimiento. Llegó a Tinta el viernes 6. Al día siguiente, mandó llamar al cacique José Gabriel Thupa Amaro y le exigió el pago completo de reparto, tributos y otras obligaciones dentro de ocho días, tiempo imposible para Thupa Amaro. El cacique ofreció pagar los tributos dentro de los ocho días, pero pidió plazo de dos o tres meses para conseguir dinero y pagar las otras obligaciones. Arriaga le dijo “que sino le satisfacía todo el cargo en el termino de quince días a la vuelta de la visita [que iba a hacer] de los pueblos altos, estuviese cierto remataría [sus] bienes, mujer e hijos, y [le] plantaría en una horca”. El cacique salió desesperado de esta entrevista, porque Arriaga tuvo fama de hombre violento, y venía del Cusco triunfante de su conflicto con los eclesiásticos. Al punto, Thupa Amaro resolvió iniciar su rebelión ejecutando en el corregidor la pena con que éste le había amenazado. Lo demás es historia conocida por todos ustedes…
google